martes, 17 de julio de 2018

Poda radical en un madroño


Hay árboles que pierden la estructura con facilidad. Son aquellos que sólo brotan de la yema terminal. Como es lógico, en pocos años aquello ya no parece un bonsái. No resulta fácil controlarlo en todos los casos. Al madroño le pasa y la forma de resolverlo es mediante una poda radical. Yo utilizo una técnica que espacia esas podas varios años. Consiste en podar las ramas, justo antes de que empiece el árbol a brotar en primavera, dejando dos o tres hojas del año anterior nada más. De este modo reduzco la longitud de las ramas que han crecido la primavera anterior, pero controlando los puntos de brotación ya que la nueva yema terminal está en un punto más cercano al tronco. El árbol tardará en volver a iniciar la brotación unas semanas, pero lo hará. Este sistema evita que haya que aplicar la poda radical y perder el trabajo de formación de años con demasiada frecuencia.

Este año no he tenido más remedio que realizar la poda radical, recortando todas las ramas largas y eliminado aquellas que no me gustaban. El árbol quedó en el esqueleto. Sin embargo el madroño es capaz de crecer en esas condiciones produciendo diminutas yemas rojas en todas las ramas del árbol, como se ve en las fotos inferiores. 



Es casi seguro que con esa técnica no se pierde ninguna rama que a lo mejor llevamos años preparando. A mí, en las ocasiones que he tenido que aplicar la poda radical no me ha ocurrido nunca.

Lógicamente el árbol, pierde frondosidad ese año y algunas ramas crecen indebidamente, pero se irá corrigiendo con alambrado y poda en los años sucesivos. En la foto de abajo se ve como el árbol es muy ligero de ramas en comparación con otros momentos de su cultivo, pero no me preocupa. Tampoco me gusta una rama que se está formando en el ápice, pero como ahí tengo varias entre las que poder elegir, lo corregiré.


A principio de otoño añadiré otra foto para que se vea cómo ha evolucionado esta temporada después de la poda radical.

Trabajos en un tulípero 2


En junio de 2017 subí una entrada de los trabajos que estaba realizando en un Tulipero de Virginia (Liriodendron tulipifera), donde contaba la técnica que había experimentado para intentar reducir el tamaño de las hojas y, sobre todo, de los peciolos. Básicamente consistía en eliminar todas las yemas poco tiempo antes de la brotación, dejando sólo madera dura. Lo he vuelto a realizar este año dejando sólo la madera y de nuevo he tenido éxito. No solamente han salido hojas y peciolos más pequeños sino que se han abierto yemas dormidas del interior de la rama. Aunque no hayan sido brotes muy frondosos, dado la debilidad de la yema, ha permitido aumentar la frondosidad el árbol. Es muy importante no dejar ninguna yema en cada rama ya que eso no ayudaría despertar las yemas dormidas. Sin embargo, si hay ramas que queremos asegurar que se desarrollen convencionalmente podemos dejarlas sin tocar.

Las dos fotos que pongo juntas son la del año pasado y la de éste para que se vea que los cambios no son muy grandes, pero que ahora ya se aprecia una estructura de árbol más clara y algo más frondosa.