miércoles, 16 de abril de 2014

Flores en la glicinia


Siempre me ha gustado experimentar con nuevas especies para cultivarlas como bonsái, incluso aquellas que aparentemente van a ser difíciles. En ocasiones lo hago con la técnica que ya he expuesto en este blog, en la que partiendo de un plantón correctamente seleccionado en un vivero se puede obtener un pre bonsái rápido sobre el que trabajar de una forma gratificante. Pero en muchas otras ocasiones he trabajado desde semillas.
 
Imagen del árbol en abril de 2014, con su primera floración. En esta ocasión las hojas no han sido recortadas aún, como se puede ver.
 
Éste es el caso de la Wisteria sinensis, la glicinia de China. Es una especie procedente de EE.UU., China, Corea y Japón que crece magníficamente en nuestros jardines. De una planta grande de mi terraza obtuve semillas que planté y de las que obtuve varios retoños en la primavera de 2006. Decidí cultivarlas con estilos y tamaños distintos, desde árboles colgantes a poco más que mame bonsái.
La glicinia tiene el gran inconveniente de que desarrolla hojas compuestas de más de 10 parejas de foliolos muy largas. Esto resulta muy antiestético en un bonsái, incluso cuando se trata de un bonsái de gran porte. No obstante me parecía un reto intentarlo, ya que había tenido éxito con fresnos y arces negundos, que también tienen hojas compuestas.


La glicinia en una maceta de enteramiento, adquiriendo el aspecto de un árbol llorón. Las ramas de la glicinia se moldean con facilidad tanto con alambrado como con cables y tirantes. 
 
Un aspecto positivo de la glicinia es que se cultiva muy bien desde semillas, con un éxito muy elevado de germinación, y que tiene un crecimiento suficientemente rápido y enérgico como para poder empezar a trabajarla en poco tiempo. Cultivadas en tierra pueden crecer, cuando son ejemplares jóvenes, hasta  un metro anual.
El mayor encanto de este árbol son sus flores lilas en racimo, que salen a principio de primavera, incluso antes que las hojas. Aunque la teoría dice que un ejemplar obtenido de semillas tardará algo más de una decena de años hasta empezar a florecer, yo he tenido éxito antes de ese plazo. He elegido uno de los ejemplares que tengo para mostrarlo porque este año, 8 años después de plantar la semilla, ha dado varios racimos de flores, mostrando su hermosura durante unas pocas semanas. Aún en este momento en el que escribo se mantienen las flores en el árbol.

En esta foto se ven algunas de las flores que ya se han abierto. Aún quedan varias yemas de flor sin abrir que lo irán haciendo en las próximos días al tiempo que irán cayendo las ya abiertas.
 
Dada su tendencia a crecer rápidamente hacia arriba decidí cultivarlo como un árbol llorón, no exactamente al estilo cascada o kengai, ya que las ramas caen por igual en todas las direcciones. Fui curvando ramas según se iban desarrollando desde el momento que alcanzaban la altura que había decidido que fuera la definitiva en su cultivo.
 Dado su rápido crecimiento es necesario trasplantarlo y podar sus raíces cada año, mientras sean ejemplares jóvenes.

El crecimiento rápido del árbol hace que una correcta estructura de raíces un año, al siguiente se ha convertido en una maraña de ramas entrecruzadas con un crecimiento desordenado. Necesito trasplantar estos árboles cuando son jóvenes todos los años y reordenar sus raíces. Incluso es necesario, como se ve en la foto, recortar alguna raíz gruesa que está creciendo donde no debe.

Las raices crecen ordenadamente y hay que darles tiempo a que adquieran protagonismo y formen un buen nebari (2012).

Para permitir que la luz llegue al interior del árbol, dada la densidad que puede generar las hojas múltiples de este árbol, las recorto dejando tres o cuatro parejas de foliolos nada más en cada una. De esta forma el árbol queda más equilibrado y la luz permite un crecimiento equilibrado de las múltiples yemas que produce.

Una foto de marzo de 2012, en la mceta que tiene actualmente. Las hojas se han recortado mantenido un par de parejas de foliolos.

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