Los pinos, como la mayor parte de las coníferas y algún otro tipo de árbol, tienen dos grandes inconvenientes a la ahora del cultivo como bonsái; son dos auténticos retos.
El primero es que no desarrollan yemas en la madera dura de años anteriores, donde no haya agujas nuevas.
El segundo es, que como las yemas
sólo salen donde están las agujas de ese año, es decir en la vela que se ha
desarrollado en la punta, la rama genera un desarrollo longitudinal muy feo con
poca tenencia a la ramificación. Eso lo hacen muchos árboles, como los castaños
de indias, los ailantos, lo tulíperos, etc. En todos estos árboles hay que
aplicar técnicas que lo corrijan.
Por esos motivos, en el caso de
los pinos, el bonsái por excelencia, es tan importante un proceso de cultivo
que lo pueda resolver.
La técnica va a consistir en la eliminación
total de las yemas aparecidas esa primavera, con parte de la vela que lleva las
agujas nuevas.
Debe realizarse a mediados de
verano, en junio o julio. Yo prefiero a finales de julio porque el árbol pierde
parte de su atractivo después del proceso, y a mí me gusta disfrutar de la
imagen del año cuanto más tiempo mejor. Tampoco nos podemos retrasar mucho porque
hay que permitir que en su periodo vegetativo desarrolle nuevas yemas donde
nosotros hemos cortado las del presente año.
Por su puesto no hay que aplicar
la técnica por igual a todas las yemas y ramas. El objetivo fundamental es eliminar
la yema, eso hay que hacerlo en la inmensa mayoría de los casos; sólo dejaremos
de hacerlo si se trata de una yema ya de por sí muy débil o en una rama que
queremos que crezca en longitud para dar forma al árbol.
En el proceso también hay que
cortar parte de la rama que tenga las agujas nuevas desarrolladas esa primavera,
dejando sólo alguna pareja de agujas. Con una o dos parejas de agujas es
suficiente, pero también podemos dejar alguna más. ¿En qué casos dejamos más de
una o dos parejas? , cuando queramos mantener la rama algo más larga para
ajustar el diseño de esa parte del pino. Todas estas decisiones son parte del
diseño que estamos dando al árbol.
En estas ramas he dejado media docena de pares de agujas.
En esta rama he dejado un trozo más largo de la vela del año
para mantener una longitud mayor en la rama.
En estas ramas he dejado sólo dos pares de agujas.
En esta parte del árbol he preferido dejar integra la yema,
que no era muy fuerte, para que la rama conserve su longitud y el árbol vaya
creciendo más por esta zona.
¡Ojo!, si cortamos demasiado y lo
que dejamos son sólo las agujas antiguas de la temporada anterior, lo más
probable es que se seque la rama. En un buen cultivo del pino ya deberíamos
haber quitado las agujas viejas para dejar que la luz llegue bien a las ramas
interiores del árbol, que suelen estar tapadas y por eso se desarrollan mal.
Si lo hemos hecho bien, antes de
que entre el otoño el árbol habrá desarrollado una o más yemas en la base de
las agujas que hemos dejado, yemas más débiles que darán lugar a agujas mucho
más cortas al año siguiente. Además, al recortar mucho la rama desarrollada ese
año hacemos más lento el alargamiento de la rama, inevitable con el paso del
tiempo. Si hay suerte y se producen varias yemas aumentaremos la ramificación
de la rama.
Proceso
de aclarado de agujas y yemas en comparación con una rama sin tratamiento.
Parte de las agujas y ramas eliminada.
Antes y después el aclarado. No ha sido un aclarado muy profundo,
porque no lo he creído necesario este año.
Recuerdo del
estado original cuando lo recuperé del monte hace 7 años. Sin esos aclarados no
habría podido alcanzar la imagen actual.
En otras entradas explicaré como
se puede hacer con otro tipo de árboles que tienen un problema parecido. También
explicaré como a veces no se tiene éxito.
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