sábado, 3 de mayo de 2014

FORMACIÓN DE UN PRE BONSÁI DE COTONEASTER

Como en otras ocasiones voy a explicar cómo se puede obtener un pre bonsái en poco tiempo para poder trabajarlo satisfactoriamente.

Cualquiera que quiera cultivar bonsáis puede optar por plantar semillas o esquejes, y esperar años hasta que tengan suficiente tamaño como para obtener resultados que se puedan considerar satisfactorios; hay que tener mucha paciencia. El segundo procedimiento es comprar ya un bonsái crecido y en ese caso puede haber varios problemas. El precio es uno de ellos, si el ejemplar tiene un cierto valor. El segundo es que el árbol esté ya bien formado y la labor se limite a la del mantenimiento, lo que en algunos casos puede parecer insuficiente. El tercer problema es que el bonsái comprado proceda de unos grandes almacenes, es decir,  sea un bonsái industrial, en cuyo caso ni la salud del árbol ni su calidad harán posible el trabajo posterior; esto último que digo es relativo, ya que puede haber excepciones.

El otro procedimiento es crear nosotros mismos un pre bonsái de un plantón de vivero y cultivarlo creándolo desde el primer momento. Ya he contado otros casos, pero ahora voy a relatar el último que he preparado  con una Cotoneaster Microphyllus.

La cotoneaster es un arbusto leñoso, de la familia de la rosáceas, de bajo porte, muy empleado para setos, como el boj, el arrayán o el carpe. Da una flor blanca durante el verano y un fruto rojo que dura todo el invierno. Tanto el tamaño de la hoja, como el de la flor y de los frutos, es muy pequeño, lo que lo hace muy adecuado para su cultivo como bonsái. Sus ramas son rectas y engordan con facilidad, pero son fáciles de doblar con el alambrado, ya que son muy flexibles. Le gustan los suelos ligeramente secos.


Lo primero que hice fue obtener la materia prima en un vivero. Me costó poco más de 7 €. La elegí por su aspecto saludable y por la ramificación amplia que me iba a permitir hacer una buena selección de ramas y por su tronco, ligeramente emergente de la tierra, con un calibre aceptable.

A continuación saqué el cepellón de la maceta y empecé a limpiar la parte superior para dejar al aire las primeras raíces y ver si el futuro nebari podría merecer la pena; siempre merece la pena, es cuestión de imaginación y creatividad.
 


Según lo fui limpiando vi que salían unas raíces interesantes unos pocos centímetros por debajo de la tierra que traía. Seguí limpiándolo para ver como podría hacer el podado de raíces para disminuir su tamaño, y para quitarle toda la tierra original, que no habría ayudado nada a su desarrollo como bonsái.
 


 Finalmente podé bastante el cepellón porque comprobé que tenía raíces más que suficientes para progresar.
 

Con las raíces al aire, e imaginándome el futuro nebari, decidí cuál podría ser el frente del futuro bonsái, allí donde luciera mejor el desarrollo de sus raíces. Desde ese punto empecé a ver sus ramas para reducirlas, al menos tanto como el cepellón, seleccionado las futuras ramas estructuradoras de la forma del futuro bonsái.
 


Había una rama gruesa que salía de frente, con un quiebro muy feo y desde muy abajo del tronco; fue la primera que corté, junto con una raíz, que por contra salía muy alta, lejos del plano que quería que tuvieran las raíces del nebari.
 


Después corté una rama muy gruesa que salía hacia atrás casi desde la misma altura que tenía  la que había decidido que fuera la rama segunda, la que crecería hacia la derecha.
 

 


Después corté una rama que nacía desde atrás hacia abajo con una estructura que no me pareció aprovechable. Igualmente una de las tres que salían hacia arriba compitiendo por el ápice. Mi idea era seleccionar una para el ápice y doblar la segunda en horizontal.
 


También recorté, dejando un tercera parte de su longitud, una que salía lateralmente, una de las varias que salía del extremo de la primera rama y varias que iban hacia atrás.

 Había podado tanto las ramas como las raíces reduciéndolas a un tercio. Aunque inicialmente había sacado una maceta de entrenamiento para plantarlo, como vi que el tamaño de raíces era adecuado para una bandeja de bonsái, lo coloqué finalmente en una de ellas.
             


Lo cubrí todo con akadama, que fui introduciendo con un palillo cuidadosamente entre las raíces, que habían quedado desnudas sin nada de la tierra original.
 


Aún las ramas eran muy largas, no estaban alambradas y no había elegido cuál sería el ápice.
 


En la foto anterior, viendo de lado el árbol, se pueden ver algunas de las ramas que surgen desde arriba y que eran candidatas a formar el ápice. Hay una muy fuerte que se ve saliendo hacia la izquierda y hacia adelante; no me pareció la más adecuada. La aproveché alambrándola y llevándola de lado, pero elegí para el ápice a otra más humilde y equilibrada.
 


Terminé por alambrar el resto de las ramas, y finalmente obtuve mi pre bonsái en unas pocas horas. Ahora es cuando hay que empezar a trabajarlo, pero desde el primer momento se tendrá la satisfacción de ver un árbol con el aspecto adecuado para convertirlo en el futuro en un bonsái.
 


 Durante las próximas semanas iré mostrando cómo evoluciona el árbol, ya que está empezando a florecer e incluso a formar alguno de sus característicos frutos rojos. Dada su vitalidad, espero que al final del verano haya vuelto a ramificar, aunque esta vez de una forma más ordenada.

miércoles, 16 de abril de 2014

Flores en la glicinia


Siempre me ha gustado experimentar con nuevas especies para cultivarlas como bonsái, incluso aquellas que aparentemente van a ser difíciles. En ocasiones lo hago con la técnica que ya he expuesto en este blog, en la que partiendo de un plantón correctamente seleccionado en un vivero se puede obtener un pre bonsái rápido sobre el que trabajar de una forma gratificante. Pero en muchas otras ocasiones he trabajado desde semillas.
 
Imagen del árbol en abril de 2014, con su primera floración. En esta ocasión las hojas no han sido recortadas aún, como se puede ver.
 
Éste es el caso de la Wisteria sinensis, la glicinia de China. Es una especie procedente de EE.UU., China, Corea y Japón que crece magníficamente en nuestros jardines. De una planta grande de mi terraza obtuve semillas que planté y de las que obtuve varios retoños en la primavera de 2006. Decidí cultivarlas con estilos y tamaños distintos, desde árboles colgantes a poco más que mame bonsái.
La glicinia tiene el gran inconveniente de que desarrolla hojas compuestas de más de 10 parejas de foliolos muy largas. Esto resulta muy antiestético en un bonsái, incluso cuando se trata de un bonsái de gran porte. No obstante me parecía un reto intentarlo, ya que había tenido éxito con fresnos y arces negundos, que también tienen hojas compuestas.


La glicinia en una maceta de enteramiento, adquiriendo el aspecto de un árbol llorón. Las ramas de la glicinia se moldean con facilidad tanto con alambrado como con cables y tirantes. 
 
Un aspecto positivo de la glicinia es que se cultiva muy bien desde semillas, con un éxito muy elevado de germinación, y que tiene un crecimiento suficientemente rápido y enérgico como para poder empezar a trabajarla en poco tiempo. Cultivadas en tierra pueden crecer, cuando son ejemplares jóvenes, hasta  un metro anual.
El mayor encanto de este árbol son sus flores lilas en racimo, que salen a principio de primavera, incluso antes que las hojas. Aunque la teoría dice que un ejemplar obtenido de semillas tardará algo más de una decena de años hasta empezar a florecer, yo he tenido éxito antes de ese plazo. He elegido uno de los ejemplares que tengo para mostrarlo porque este año, 8 años después de plantar la semilla, ha dado varios racimos de flores, mostrando su hermosura durante unas pocas semanas. Aún en este momento en el que escribo se mantienen las flores en el árbol.

En esta foto se ven algunas de las flores que ya se han abierto. Aún quedan varias yemas de flor sin abrir que lo irán haciendo en las próximos días al tiempo que irán cayendo las ya abiertas.
 
Dada su tendencia a crecer rápidamente hacia arriba decidí cultivarlo como un árbol llorón, no exactamente al estilo cascada o kengai, ya que las ramas caen por igual en todas las direcciones. Fui curvando ramas según se iban desarrollando desde el momento que alcanzaban la altura que había decidido que fuera la definitiva en su cultivo.
 Dado su rápido crecimiento es necesario trasplantarlo y podar sus raíces cada año, mientras sean ejemplares jóvenes.

El crecimiento rápido del árbol hace que una correcta estructura de raíces un año, al siguiente se ha convertido en una maraña de ramas entrecruzadas con un crecimiento desordenado. Necesito trasplantar estos árboles cuando son jóvenes todos los años y reordenar sus raíces. Incluso es necesario, como se ve en la foto, recortar alguna raíz gruesa que está creciendo donde no debe.

Las raices crecen ordenadamente y hay que darles tiempo a que adquieran protagonismo y formen un buen nebari (2012).

Para permitir que la luz llegue al interior del árbol, dada la densidad que puede generar las hojas múltiples de este árbol, las recorto dejando tres o cuatro parejas de foliolos nada más en cada una. De esta forma el árbol queda más equilibrado y la luz permite un crecimiento equilibrado de las múltiples yemas que produce.

Una foto de marzo de 2012, en la mceta que tiene actualmente. Las hojas se han recortado mantenido un par de parejas de foliolos.

domingo, 3 de marzo de 2013

Trasplante de un pino piñonero


El 11 de junio de 2011 puse una entrada en el blog sobre el trabajo que estaba realizando en un pino piñonero, recuperado de la naturaleza en 2006. El trabajo en estos dos últimos años ha seguido y ha fructificado.

Como las raíces se han desarrollado bien desde el último trasplante (basta con mover el tronco del árbol para ver lo bien que está arraigado), creo que puedo pasarlo a una maceta más baja, que entiendo que es más adecuada para su estructura. La ortodoxia del bonsái dice que la altura de la maceta debe coincidir con la anchura del tronco. No es que me preocupen reglas tan rígidas, pero es evidente que la actual es demasiado alta y es poco armónica con el conjunto; la actual ha cumplido con su función durante estos años permitiendo que el árbol se desarrollara de una forma controlada.

En esta foto se ven las dos macetas. Evidentemente no será un trabajo muy complicado, ya que la nueva, aunque es más baja, tiene un gran volumen.

El cepellón es bastante compacto y habrá que desenredarlo bien. Como se trata de un árbol recuperado, puede quedar tierra original del monte, inadecuada para el desarrollo de las raíces. En un primer momento no la quité para proteger las raíces originales; ahora debería hacerlo.

El trabajo de “peinado” del cepellón suele ser largo. En ese proceso pude ver cómo, efectivamente, quedaba tierra original, que he tratado de quitar por completo. También he visto que quedan dos gruesas raíces enredadas con el resto. No me atrevo  a cortarlas pues no soy capaz de ver cuántas raicillas dependen de ellas. Prefiero dejarlas ya que no estorban, ni condicionando la profundidad del nuevo cepellón.

Es importante usar bien el palillo para asegurar que en el futuro se aireen bien todas las raíces, incluso las que están cerca del tronco. Los palillos chinos con punta son muy adecuados para esa labor, ya que son suficientemente resistentes y al tiempo no dañan las raíces.

La mezcla será de arena y akadama, porque aún creo que el árbol debe desarrollarse, fundamentalmente en el ápice que sigue sin formarse del todo.

Cuando termino de rellenar con la mezcla y me aseguro de que está llegando bien a todas partes entre las raíces, punzando con el palillo, dejo una capa superficial de arena y coloco sobre ella el musgo que asegurará que se mantenga húmedo el substrato.

Habrá que seguir trabajando el nebari, engordando las raíces que salen del sitio correcto y eliminar poco a poco las inadecuadas; será un trabajo de años.

El resultado es acertado, y espero que en esta primavera pueda seguir mejorando el perfil del árbol y la densidad de las ramas con nuevas subramificaciones.

Aquí se puede ver una evolución del pino desde que lo recuperé.

domingo, 24 de febrero de 2013

El gran jaguar rojo, trasformación de un ficus retusa
En el 2004, una persona que no podía seguir cuidado de sus árboles, me los pasó para que me encargara yo a partir de ese momento. Uno de ellos era un pequeño ficus, de los que se comercializan industrialmente en los viveros y grandes superficies. Alguien ha debido pensar que retorcerles brutalmente el tronco los convierte inmediatamente en un bonsái; nada más lejos de la realidad. No sólo su aspecto era lamentable, sino que su salud tampoco era la adecuada.
 
Dado que era imposible corregir ese defecto en el tronco, lo primero que hice fue intentar ver si en otra posición de plantado se podía disimular o aprovechar la gran curva del tronco. Después de analizarlo, concluí que si lo giraba 90º y dejaba que colgaran sus ramas formando un  kengai (árbol en cascada) podría mejorar notablemente su aspecto. Como parte de las raíces quedarían al aire tenía que comprobar si las que pudiera mantener enterradas serías suficientes para que el árbol prosperara. Lo saqué de la maceta y, tras observarlo, entendí que sí podía ser viable si mantenía con vida las raíces aéreas durante un tiempo.
La maceta que elegí para el trasplante fue una pieza suficientemente alta que permitiera el cuelgue de las ramas.
 
 
Mantuve las raíces que habían quedado al aire cubriéndolas con una mezcla compacta de tierra y arena, y lo cubrí con musgo, para mantenerlas vivas mientras crecían las raíces que habían quedado debajo.
Podé y alambré las ramas para empezar a dirigirlas hacia su nueva forma.
 
 
Dos años después, decidí volver a plantarlo, pero ya en una posición más alta, dejando al aire las raíces más gruesas, ya que se había formado un adecuado mazo de raicillas nuevas.
 Como me parecía que la maceta que había elegido no se ajustaba bien a la imagen del árbol, ya que, aunque dejaba que cayeran las ramas, su boca era demasiado pequeña para apreciar bien las raíces, en 2009 decidí cambiarlo de nuevo de maceta a otra más adecuada, con una pequeña modificación del ángulo de inclinación que potenciara las nuevas raíces aéreas.
 
Cuando lo coloqué en esa posición, creí ver en ella una de las esculturas más peculiares de la arqueología mexicana, la conocida como Chac mool. Este es un tipo de esculturas precolombinas mesoamericanas que aparecen al principio del período posclásico en diversos sitios de Méjico, principalmente en las zonas de Chichén Itza y Tula. Esta denominación, que es un nombre maya yucateco, le fue asignado por Auguste Le Plongeon, quien la descubrió en sus excavaciones en Chichén Itzá; significa "gran jaguar rojo”.
Se trata de una figura humana reclinada hacia atrás, con las piernas encogidas y la cabeza girada, en cuyo vientre descansa un recipiente. Siempre han sido encontradas en contextos sagrados, es decir, asociadas a pequeños altares, a juegos de pelota, o directamente relacionadas con el dios de la lluvia. Se le han atribuido dos posibles funciones, como altar en el que se colocaban la ofrendas dedicadas al dios, ya fueran alimentos, corazones u otros presentes, o como piedra de sacrificios.

 
La  primera imagen que muestro es la de la figura que está situada frente al Templo de los Guerreros, en Chichén Itzá, y se puede ver como el pliegue de las piernas de la figura coincide con los pliegues de las raíces del bonsái, la inclinación del tronco principal sigue la forma del torso y las ramas más altas pueden asemejar a los brazos de la figura. La segunda, más sencilla, también fue encontrada en Chichén Itzá, y me sirve para mostrar la otra cara del bonsáis, donde se mantiene las similitudes.

La variedad del bonsái, un ficus retusa, también encaja perfectamente con el clima subtropical de la ribera maya. Cada vez que miro al árbol percibo la forma de la escultura y el clima del lugar en el que se encuentra.

Para mí, a partir de ahora el árbol debe llamarse como esas esculturas, gran jaguar rojo, para lo que el color de la maceta ha sido un acierto, y creo que debo continuar con su modelado siguiendo la inspiración de esas imágenes.


 

jueves, 21 de febrero de 2013

Bonsái de mirto (2)




Recreación

 
Como continuación de mi entrada sobre el mirto, he comenzado la nueva etapa de transformación de este mirto. Su desarrollo en la maceta de entrenamiento, tras sacarlo de la maceta en la que estaba en la terraza donde lo tenía, ha sido muy bueno. Me propuse pasarlo a una maceta muy plana y continuar con la densificación del follaje a lo largo del 2013.

La primera etapa ya la he realizado. He procedido a un cambio de maceta; la que he usado no es exactamente la que dibuje en la recreación que se ve en la imagen, pero me voy acerando a ella. 
Para poder hacer el cambio de maceta, dado que el cepellón no llega aún hasta los bordes y no se puede sujetar la  tierra del perímetro, he tenido que utilizar la técnica de crear un falso borde con arcilla doméstica, que quedará tapado con el musgo. Cuando el cepellón sujete esa tierra podré eliminarlo tranquilamente. 
En la siguiente foto se ve el cambio de geometría al que quiero someter al cepellón del árbol. Considero que no hay ningún riesgo para la salud del bonsái en esta operación. En la foto inferior se ve como previamente tuve que reducir el cepellón para ajustarlo a su nueva ubicación.




Como comenté, tuve que poner un cordón de arcilla en el borde de la maceta para poder contener el sustrato. Es fácil de manejar, pero conviene que en el proceso no se seque la arcilla porque se contrae y se vuelve quebradiza.






Una vez realizada esta operación coloqué la mallas que tapan los agujeros de drenaje y los alambres con los que sujetaré el cepellón del bonsái, dada su inestabilidad en este momento; con el paso de los meses, el desarrollo de las raíces será suficiente como para darle estabilidad. El material que utilizo para tapar el hueco de drenaje, y al mismo tiempo permitir la evacuación del agua, es la malla en la que se venden cebollas o ajos; es gratis e igual de eficiente que las que venden en los viveros, específicas para bonsái. 




 Como sustrato utilicé una mezcla casi totalmente compuesta con akadama, con una muy pequeña proporción de arena, para que al estar muy aireada puedan crecer las raíces con rapidez.


En las fotos inferiores se ve como sujeté el cepellón con los alambres.




 El árbol con el sustrato ya colocado y bien picado con el palillo para que la gruesa akadama llegue a todas partes. 
La imagen final, una vez cubierto todo con musgo, incluso la arcilla. Deberé mantenerlo húmedo durante este tiempo para que el musgo se agarre bien a la arcilla. Esta es una época en la que aún no hace mucho calor y lo podré conseguir fácilmente. En un año comprobaré el desarrollo de las raíces y, probablemente, quite el cordón de borde.