Hay
árboles que pierden la estructura con facilidad. Son aquellos que sólo brotan
de la yema terminal. Como es lógico, en pocos años aquello ya no parece un bonsái.
No resulta fácil controlarlo en todos los casos. Al madroño le pasa y la forma
de resolverlo es mediante una poda radical. Yo
utilizo una técnica que espacia esas podas varios años. Consiste en podar las
ramas, justo antes de que empiece el árbol a brotar en primavera, dejando dos o
tres hojas del año anterior nada más. De este modo reduzco la longitud de las
ramas que han crecido la primavera anterior, pero controlando los puntos de
brotación ya que la nueva yema terminal está en un punto más cercano al tronco.
El árbol tardará en volver a iniciar la brotación unas semanas, pero lo hará.
Este sistema evita que haya que aplicar la poda radical y perder el trabajo de
formación de años con demasiada frecuencia.
Este año no he tenido más
remedio que realizar la poda radical, recortando todas las ramas largas y
eliminado aquellas que no me gustaban. El árbol quedó en el esqueleto. Sin embargo
el madroño es capaz de crecer en esas condiciones produciendo diminutas yemas
rojas en todas las ramas del árbol, como se ve en las fotos inferiores.
Es casi seguro que con esa
técnica no se pierde ninguna rama que a lo mejor llevamos años preparando. A
mí, en las ocasiones que he tenido que aplicar la poda radical no me ha
ocurrido nunca.
Lógicamente
el árbol, pierde frondosidad ese año y algunas ramas crecen indebidamente, pero
se irá corrigiendo con alambrado y poda en los años sucesivos. En la foto de
abajo se ve como el árbol es muy ligero de ramas en comparación con otros momentos
de su cultivo, pero no me preocupa. Tampoco me gusta una rama que se está
formando en el ápice, pero como ahí tengo varias entre las que poder elegir, lo
corregiré.
A
principio de otoño añadiré otra foto para que se vea cómo ha evolucionado esta temporada
después de la poda radical.
No hay comentarios:
Publicar un comentario